Mis ojos permanecen inertes ante la pantalla, un vicio se me ha hecho el jugar. Tanto así que no me muevo, no hablo, solo muevo los dedos agilmente en el mando. El juego me absorbe en su totalidad me aísla de todo.
Pero, algo cambia… un simple paso y… desaparece. Pero no he muerto, el juego sigue.
La observo, llora. La habitación da un aire tenebroso. Las velas, apenas iluminan lo suficiente pero puedo ver su rostro… bello como un ángel. Ella se mira al espejo. Su mirada se quiebra ante su reflejo.
Sus manos tiemblan tocando el fino vidrio… puedo sentir lo helado. Su respiración cobrando velocidad, su cabeza buscando una solución. Todo se vuelve borroso, caos es lo que pienso. Su mano sangra, la sangre corre por sus dedos… un pedazo de vidrio yace en su puño. Lo observa, y sonríe. El filo brilla en sus ojos. La cordura se ha evaporado.
Está cansada, no aguanta más. ¡No lo necesita!
Si él no llega, ella lo hará.
La risa recorre la habitación, una risa infantil, quebrante y loca. Sus manos siguen temblando ¿lo hará? Presiona con más fuerza, rasgando su piel. Su mano es roja…
Su vestido, es roto por ella misma. El color rosa, se vuelve carmesí. Ahora el vestido le llega hasta las rodillas. Se pude mover con más agilidad, se siente mejor. Sus ojos se posan en la puerta.
El pasillo es largo, nunca acaba… pero sigue corriendo. Desea llegar al final, lo lograra. Y ahí está el cuadro, su captor, su monstruo, ese quien la separo de todo. Es la hora de arreglar conflictos. De solucionarlo ella misma.
¡No lo necesita!
El escucha un ruido, el de pasos desde fuera de su aposento, ríe y piensa que es aquel hombre en busca de venganza.
Estaba más que equivocado.
Sus ojos se abren sorprendidos. Para después romper en carcajadas, llora y grita en risa. ¿Era verdad lo que veía? Estaba dispuesta a enfrentarse a él. Que idiota era aquella mujer.
El piso retumba cuando él se levanta y camina en pasos torpes hacia ella. Su enorme brazo se mueve en un arrebato, en una manera certera y precisa golpea el rostro de la joven y esta cae al suelo bañada en sangre.
La sangre corre por su rostro cubriendo su ojo y volviéndolo rojo. Curiosamente, ella comienza a reír ante aquel acto. El monstruo sorprendido. La toma por la cabeza, y con fuerza le da vueltas para después impactarla contra la pared.
Sus huesos crujen y se quiebran saliendo de la carne, ella se levanta pero vuelve a caer. Sus tobillos están rotos como cascabeles, su cuello no soporta su cráneo y sus ojos parecen que se saldrán.
Sin embargo, ella sigue riendo. Una risa psicópata, una risa que penetra los oídos de aquel ser, estos comienzan a sangrar y cae de rodillas tapándose los oídos, hasta que sus oídos hacen un extraño…
¡Task!
Él se retuerce en el suelo bañado en su propia sangre, ella sigue riendo. La risa sigue machando todo dentro de él, esa risa malévola, loca, punzante y potente lo sigue torturando. Pero antes de morir, ella toma el trozo de vidrio y se aproxima al monstruo que le arrebato todo.
-Ya no... te necesito –murmura la joven en medio de la oscuridad antes de acabar con su vida.
Días después, el joven llega…. Busca a su amada, para salvarla. Pero solo observa el castillo desolado, Sangre por montones, Cuerpos degollados. Oídos reventados.
-No te necesito… -escucha antes de girarse y ver a su amada bañada en sangre -¡No te necesito! ¡No te necesito! ¡No te necesito!
La risa es lo único que se escucha lejos de aquel castillo, la sangre puede ser vista desde los alrededores, ahí vive ella. La verdadera princesa. La cual ríe y llora a la vez. Su risa rompe lo que la escucha. Su realidad es ocultada... Pero ella es peach.
S.R
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